miércoles, 5 de junio de 2013

Ese órgano sexual llamado cerebro

Ese órgano sexual llamado cerebro
No hay que ser neurólogo, psicólogo, ni psiquiatra para saber que el mayor órgano sexual, el primero de ellos, es el cerebro.

Tiene el cerebro un fiuncionamiento espectacular, basta con hacer un "beforecare" (es un palabro que me inventé hace tiempo) para saber cuáles son esas prácticas que más le gusta a quién se pone entre tus manos, y después, jeje, ser un poco malo, podría empezar la sesión de la siguiente manera:

Se llega a la habitación, y se coloca a la vista todo el material que no vas a usar, el que vas a usar lo dejas bien guardadito, ¡faltaba más!, das la orden pertinente, con voz suave, mirando a los ojos, y entonces ella comienza a desnudarse, no lo hace con prisa, porqué sabe que te gusta recrearte en cada movimiento, mientras el cuerpo va quedando desnudo, a tu entera disposición.

Cubres sus ojos, la haces mantenerse en pie, las manos apoyadas en el enorme espejo por el que has escogido ese hotel y no otro, las piernas separadas, las ganas puestas, la haces esperar durante un largo par de minutos, en silencio, sólo se oye vuestra respiración, la tuya normal, la suya excitada; el cerebro ha empezado a trabajar para ti, la imaginación excita TU cuerpo a galope tendido.

Muestra de ello no es sólo su agitada respiración, también lo son sus pezones, la piel se sensibiliza al máximo, las aletas de la nariz se abren, sabes que bajo el antifaz o el foulard sus pupilas están a punto de dilatarse, y entonces...

Entonces acaricias suavemente uno de sus costados, ella gime, está a la expectativa, caliente...

La sujetas con dureza por el cabello, haces que eche la cabeza hacia atrás, y dejas escapar suave y casi calladamente entre tus labios un piropo, aprietas uno de sus pechos con tu poderosa mano, te retiras, y de nuevo la haces esperar. En silencio

A estas alturas, hasta tu cerebro, sí, el tuyo, tú que me lees, está trabajando como yo quiero, ¡faltaba más!

La espera se hace interminable, mientras ella espera y desespera, tú estás a lo tuyo, has tomado lo que usarás con una mano, enciendes un pitillo, vas al aseo y dejas correr el agua, juegas a despistar mientras una sonrisa va dibujándose en tu boca, sabes que intentará descubirte, que hará todo lo posible por oir qué haces, por oler el ambiente, por eso tienes sumo cuidado, bueno, por eso y porqué estás en stand by, modo controladamente sádico, colocas una varilla de incienso en la pastilla de jabón, la enciendes y la llevas a la habitación, anulas otro sentido, el del olfato, tampoco hay porqué tapar siempre la nariz....

Durante diez largos minutos la dejas cocerse en sus pensamientos, desesperar el contacto de tus manos, una caricia, un azote, un latigazo, un correazo, las mil y una prácticas que se le pasan por la imaginación, que hacen que MI cuerpo esté cada vez más sensible, más receptivo, por fin me dirijo a dónde está, la sujeto con delicadeza por la cincura, la arrastro tras de mi, y doy una orden entredientes "a cuatro"

Sonrío cuándo expone la entrepierna, está húmeda como las selvas de los trópicos de Henry Miller, suspira desesperada, y gime placenteramente cuándo sin control de la fuerza, descargo un azote en una de sus nalgas, es el deseado primer azote, luego llegan más, sin ritmo ni cadencia.

No buscas que diga la palabra clave, así que cuándo las nalgas están empezando a enrojecerse, te detienes, y dejas al cerebro seguir su rutina, al cuerpo seguir impacientándose, al alma, volar.

"¿Recuerdas tu palabra clave?" - Preguntas sin dejar de sonreír.

"Sí, Amo" - responde tensándose.

Por supuesto que la recuerda, sabes perfectamente que la recuerda, ¡faltaba más!, pero... no le has preguntado a ella, o bueno, sí, pero no, simplemente juegas a excitar a su cerebro, a hacerse poner en lo que vendrá después, la pregunta en realidad es una afirmación, una afirmación de que lo que vendrá detrás es una subida de intensidad.

Esperas un poco antes de continuar azotándole las nalgas con las manos, los golpes van cayendo contundentemente, cada vez de una manera, en un lugar determinado, sabes lo que buscas incluso cuándo te detienes abres el minibar, sacas dos latas de refresco y las colacas en su nalgas.

El frío le trae el recuerdo del primer día que calentaste aquellas nalgas hasta el punto en que aquella sensación de frialdad se convirtió en una sensación de placer, el frío tiene esas cosas, enfría y calienta a un tiempo, y tú lo sabes, cómo sabes qué ocurrirá acto seguido, tienes ese impulso desde que te encontraste con ella en la habitación, no obstante estás controlado, porqué si no te controlas no podrás hacerle una "paja mental".

Retiras las latas y vuelves a azotar, esta vez con el envés de la mano, los golpes ahora son más duros, más internos, el dolor va haciendo mella en ella, sabes que no soportará mucho más, y entonces te retiras de nuevo, sujetas una de las latas con una mano, y la colocas en la nalga en equilibrio inestable, en la otra mano tienes una sorpresita...

Miras las nalgas color bermellón, y dejas caer una solitaria gota de cera en el centro de la nalga, ella grita, se retuerce, las lágrimas saltan al vacío desde los ojos vendados, ¿tú?, obviamente sonríes, eres sádico, y lo acabas de ser con ella, como por otra parte es lo natural en ti.

Retiras la lata de refresco de la nalga, y dejas caer un chorreón de cera desde la parte alta de la nalga hacia el muslo, ves la cera resbalar e ir enfriándose, la ves dejando su rastro en el camino. Sonríes.

"¿Recuerdas tu palabra clave?" - Preguntas sin dejar de sonreír.

"Sí, Amo" - responde relajándose.

Y entonces tu sadismo se relaja, descubres sus ojos, la miras a las pupilas, la besas en los labios, y la dejas mirar por el enorme espejo, mientras te retiras un momento de ella, y vuelves con el gato, sabes lo que haces, lo sabes tan bien, que tu relación con ella está exenta de límites, no dice nada cuándo comienzas a acariciarle la espalda con las puntas de las colas, sabe que tras esas caricias llegarán otras, unas picarán, otras dolerán, y no obstante sonríe complacida y complaciente.

Una hora después, sin tocarla siquiera ella eyacula para ti, y la sesión se da por finalizada, bueno, casi, toca hablar, ir de tapitas, de cervecitas, quizá de vinitos, y entonces vuelves a ser ese ser extraño que la conoce como si en ella estuvieras tú mismo.

"¿Recuerdas tu palabra clave?" - Preguntas sin dejar de sonreír.

"Sí, Amo" - responde intrigándose.

Sonríes mientras la envías a la ducha y buscas la cuerda, esa cuerda con la que realizarás un karada que le harás llevar bajo la ropa, sabes que le entrarán ganas de matarte, es junio, y vas a ponerle un jersey de cuello de cisne, entre otras cosas...

Las copas saben a invierno, la lluvia cae suavemente mojándole el cabello, estáis fuera, en la única mesa ocupada de una terraza, los ojos le brillan, el cuerpo se le desmadra cada vez que presionas un botón del mando a distancia que tienes en la mano, sonríe, y sabes que te odia, como por otra parte no podía dejar de ser, tiene un límite que llevas tiempo persiguiendo tumbar, le has dicho que lo dejarías estar, pero...

Eres cabezota, y ella lo sabe, su cerebro está exhausto, ahora también te pertenece, como su alma.

Por fin se relaja por completo, sus ojos te miran en parte admirada, en parte derrotada, de nuevo lo has conseguido, muy a su pesar, no obstante te sonríe también con sus Ojazos

"Te odio" - murmura.

"Gracias" - respondo

Pedimos otra ronda, y otras tapitas para compartir, y la vida sigue.

Queda demostrado pues que el cerebro es el órgano sexual más potente ¿verdad querido/a lector/a?

Un saludo

Karl H

1 comentario:

Unknown dijo...

Sola en mi despacho,leo, imagino, sonrío, siento ... aumento la potencia del aire acondicionado mientras cruzo mis piernas ...

Totalmente demostrado...

Gracias!