sábado, 27 de abril de 2013

SENTIR SÁDICO

SENTIR SÁDICO
Me despierto intranquilo, como cada mañana, y como cada mañana me levanto de la cama que comparto con mi perra, con mi esclava, como cada mañana me doy una ducha, y desayuno, y cómo algunas mañanas hoy estoy distinto, más sádico, también más feliz.

Sujeto el gato recién estrenado, vuelvo a la habitación en la que ella duerme, bocabajo, descubro lentamente la espalda, retirando casi con suavidad la sábana que cubre MI cuerpo, levanto el brazo y dejo caer un único azote, duro, contundente al que le siguen varios más, unos más flojos, picantes como el tabasco, dados con la punta de las colas del gato, casi rozando la piel otros más contundentes, dados con todas las colas, juntas formando casi un único mazo de cuerdas de cuero.

Escucho sus jadeos, sus ayes, sus suspiros, su respiración, sus gemidos y por fin ese aullido que suelta cuándo eyacula sin el permiso debido.

Sonrío para mis adentros, satisfecho, mientras ella se gira, y me mira a los ojos, en su mirada hay satisfacción también, y agradecimiento, quizá no sea la mejor manera de despertarla, y además, ¿qué importa? Sé que es MÍA, y ella lo sabe también, es la esclava de un sádico, la perra masoquista de un ser que siente de otra manera.

Se vuelve, me pide permiso para eyacular de nuevo, la hago esperar con una sonrisa en los labios, la hago esperar hasta desesperarse, y cuándo sé que no aguanta más, asiento, permito, doy.

Fuera llueve, la chimenea está encendida, el desayuno hecho, la miro mientras toma el segundo alimento del día, el primero le llegó en forma de azotes, sonríe, es feliz y yo también, ¿qué más se puede pedir?

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