lunes, 31 de marzo de 2014

La violación

La violación
Os dejo a continuación uno de los relatos que he escrito últimamente.

Llevas diciéndome ni recuerdo el tiempo que quieres que te violen, me escribes más o menos cada semana en tu diario esa obsesión que te corroe, me haces propuestas, hablamos de ganbang, hablamos de entregarte a otrxs Dominantes, y cada vez me cambia el gesto porque yo no cedo. El malhumor se ha asentado en cada línea que escribes, y entonces, casi sin querer un día me las ingenio para decirte que sí, que la violación será llevada a cabo por no menos de 15 personas, me miras a los ojos, me ves mover la mandíbula inferior, sabes que nuestra relación está a punto de irse al carajo, supongo que por eso, me pides que nos olvidemos del tema; asiento con la cabeza, pero ya he tomado una deción, una de esas decisiones inamovibles que tomo a veces ¿quieres una violación? La tendrás.

El tiempo va pasando, a un día le sigue el otro, a cada mes, el siguiente; cambias de ciudad por trabajo, y un día que sé que volverás tarde lo preparo todo. Entro en tu casa, que no en tu hogar, porque tu hogar está dónde estoy yo, y simplemente espero sentado a que des señales de vida. Me telefoneas al salir del trabajo, me dices que vas para casa, que te conectarás a skype para que podamos hablar un rato, me hablas de cansancio, te despides con un "hasta luego, Amo"

Escucho la llave al ser metida en el bombín, la escucho girar, escucho tus pasos, tu bostezo, adivino por dónde andas, a dónde te llevan tus pasos, y entonces...

Entonces te topas con un tipo que parece sacado del concurso de Mister Universo, puro músculo en un cuerpo de 2 por 2 metros, protestas mientras el tipo te sujeta por la cintura, y te carga con tal facilidad que te sientes morir.

Mi cuerpo es echado sobre la mesa del salón, las manos amarradas a las patas de la mesa, la ropa arrancada con violencia, la boca ocupada con dureza, cómo el culo, intentas gritar, pedir ayuda, forcejear, y entonces me buscas, me llamas, le pides al cielo que esto no sea más que una de las maneras que tengo de usarte, lo esperas con toda tu alma; yo no respondo, miro impasible cómo los 25 tíos que he ido conociendo a lo largo de estos meses ocupan Mi cuerpo, lo usan, lo rompen, lo escupen, lo violan.

Cuándo el último tipo se va, permanece Mi cuerpo aún sujeto a la mesa, tú lloras, humillada, usada, vejada, dolorida, balbuceas palabras inconexas... ¿No querías una violación? Pues es lo que has tenido... Me levanto del lugar en el que he estado sentado todo este tiempo, me acerco a ti y te desato las muñecas, te miro a los ojos, los tuyos están radiantes, las lágrimas han desaparecido, notas la dureza en mi mirada; te levantas y me das las gracias; yo respondo con un lacónico "De nada y adiós" y simplemente salgo de tu vida.

Días después me escribes un extenso correo, me pides perdón, me dices que ahora entiendes a qué me refería cuándo hablaba de límites inviolables, y no obstante vuelves a darme las gracias por haber violado uno de mis límites inviolables precisamente para que tuvieras tu violación. Cuándo temino de leer el correo lo mando a la papelera, y con él todos los proyectos que una vez tuve contigo, todas las expectativas y una parte importante de mi alma.

Un saludo

Karl H

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Karl H,
Qué dureza... Qué pena...
Un relato intenso y desgarrador, como el niño que no para de pedir la piruleta, la piruleta y cuando por fin la tiene descubre que, al fin y al cabo, no tiene tan buen sabor ya que para conseguirla ha tenido que perder... otras cosas.
Gracias por compartir. En este relato hay una importante parábola.
Un beso y mis respetos.
Iona{ML}

Karl H dijo...

Querida Iona{ML}

Ciertamente en casi todas las cosas que se terminan por dar después de mucho ser pedidas y negadas acaba por perderse algo, unas veces ese algo casi no tiene importancia, otras, y sobre todo si hablamos de relaciones BDSM la importancia de lo perdido viene dado por el valor de lo sacrificado.

Le agradezco el comentario, le dejo un par de besos y un saludo para su Señor, Mesala.

Karl H